“No conozco yo, General Maceo, soldado más bravo ni cubano más tenaz que Vd. Ni comprendería yo que se tratase de hacer —como ahora trato y tratan tantos otros—, obra alguna seria en las cosas de Cuba, en que no figurase Vd. de la especial y prominente manera a que le dan derecho sus merecimientos (…) Mas yo no estimo legal ni poderosa, por mucho que la soliciten y la apoyen, manifestación alguna revolucionaria, que no lleve el asentimiento, y vaya aconsejada y dirigida, de los hombres valerosos y buenos que han adquirido este especial derecho con sus méritos (…) Yo sé que no está Vd. cansado de hacer cosas difíciles. Y que su juicio claro no se ofusca como el de la gente vulgar, y abarca toda la magnitud de nuestra tarea y de nuestra responsabilidad”. (1)
Así escribió nuestro José Martí, desde la ciudad de Nueva York el 20 de julio de 1882, al Lugarteniente General Antonio Maceo Grajales, con el objetivo de reclutar al mil veces heroico Jefe militar mambí en la segunda gesta independentista, mediante una “guerra pronta de triunfo posible” o Guerra necesaria.
No había permanecido ocioso el General luego del Pacto del Zanjón y de la ulterior e infructuosa búsqueda de recursos en Jamaica para continuar la Guerra Grande. Así, participa en la Guerra Chiquita, organiza el Plan Gómez-Maceo (1884-1886) y visita, en relación con estas actividades, los centros de emigrados de Haití, Nueva York, Panamá, Nueva Orleáns. Entre 1891 y 1895, el General Maceo reside en Costa Rica, como colono de la hacienda La Mansión, ubicada en la costa del Pacífico, en unión de algunos patriotas cubanos. A ella condujo sus pasos y sus aspiraciones Martí, sabedor de la disposición del Titán de continuar sirviendo a la Patria y del valioso aporte que constituiría su incorporación al nuevo llamado por la independencia de la Isla.
Tiempo después, el 1ro de abril de 1895, el Titán de Bronce desembarca en las costas cubanas (zona oriental de Duaba, Baracoa), junto a su hermano José, Flor Crombet y otros valientes para la consecución y puesta en marcha de la contienda armada independentista.
A ese invencible Lugarteniente General el pueblo de Cuba le tributa una vez más merecido homenaje de respeto y admiración, tras recibir la Sala de las Banderas del Museo de la Ciudad de La Habana, en calidad de donación oficial, un fusil Winchester modelo 1873 de repetición, perteneciente al heroico Mambí.
Durante su exilio en Costa Rica (1891-1895) y tras su decisión de partir hacia Cuba para incorporarse a la Guerra Necesaria, Maceo le entregó dicha arma, como obsequio de despedida, al ingeniero en minas de nacionalidad sueca, Ake Sjogren, quien laboraba en la Costa Rica Pacific Gold Mine, en las cercanías de Nicoya, lugar de residencia del Titán de Bronce. (2)
Al respecto y, en conferencia de prensa efectuada en esta capital, el doctor Eusebio Leal Spengler, historiador de la Ciudad, hizo un relato pormenorizado acerca de cada una de las facetas y acciones que trajeron consigo la donación de dicha arma (¡nada fáciles!), a la vez que la actitud de la donante (lady Eva Wilson), residente en Gran Bretaña —respetuosa al igual que su padre sobre la real pertenencia de dicho objeto como patrimonio de la Nación cubana—, y de instituciones gubernamentales de ese país, de Suecia y de sus respectivas sedes diplomáticas.
En otra parte de su intervención, el doctor Leal exhortó a la prensa cubana y a nuestros educadores en general a divulgar sobre la necesidad de llevar a cabo una lectura simbólica de nuestros monumentos, “pues aprender su lectura ayudará a su conservación”.
Ejemplificó que “si visitamos el monumento a Antonio Maceo, en el parque habanero que lleva su nombre, debemos y tenemos que saber la significación de una de sus alegorías. En una de ellas aparecen los manes o espíritus de tantas víctimas inmoladas (como expresara Máximo Gómez), conduciendo a los que han de venir de regreso a su Patria; también las alegorías referidas al valor militar, a la austeridad…Si nos acercamos igualmente a la estatua erigida a Máximo Gómez, veremos algo espectacular en la escultura de Gamba. Primero, la marcha gloriosa del pueblo cubano en la base del monumento conformada por un conjunto de preciosas figuras —mujeres llevando niños, otros, llevando ruedas dentadas, mazos de cañas…—, lo que significa una marcha hacia la cumbre para alcanzar los objetivos de una Nación y, en lo más alto, la imagen de El Generalísimo, del Héroe indiscutible de nuestras luchas por la independencia.
“Cuando visitamos el conjunto escultórico de Mariana Grajales —calles 23 entre C y D, en El Vedado—, la apreciamos exhortando a su hijo más pequeño, tal como expone la anécdota: ¡Y tú, empínate! ¡Ya es hora de que vayas también …!”
Rememoró el connotado Historiador cubano que “nuestra República comenzó a desmoronarse en un determinado momento producto del aborto de la victoria del Ejército Libertador y de lo que vino después”, para relatar a continuación como hecho anecdótico de corrupción el siguiente:
“En un determinado momento en Cuba ocurrió algo inconcebible, y fue el hecho del robo del diamante de El Capitolio. Para ello, abrieron la estrella que marca el kilómetro cero y ocurrió algo que casi nadie sabe, y es que debajo de la cúpula, debajo de la gran escultura, y debajo de la estrella (¡bien abajo!), existía una cripta que nunca llegó a concluirse —realizada por el arquitecto Félix Cavarrocas— en ella debió estar la urna conteniendo las cenizas o los huesos del Mambí desconocido y, junto a ella, una llama con la imagen de Cuba. Hoy, este lugar está siendo restaurado totalmente para, en su momento, cumplir la voluntad de los arquitectos que lo proyectaron: colocar allí al Mambí desconocido; arriba, la estrella marcando el kilómetro cero con sus cuatro puntos cardinales y, más arriba, la gloriosa imagen de Cuba”.
Explicó que “en la estrella se halló una pieza, hoy conservada en caja fuerte, que será restituida en el momento de concluirse la obra. La estrella, de oro y platino, será colocada como un lecho, de tal manera, que cuando las personas se asomen a ella se verá iluminado el diamante de El Capitolio. Pertenecía a la corona del último zar de Rusia, y fue comprado por la República de Cuba para marcar el kilómetro cero. El famoso diamante resurgirá como un resplandor en oro”.
Seguidamente enfatizó en que “hay que recordar que el diamante fue robado y, tras producirse un gran escándalo por parte de la prensa de la época, ese apareció (¡increíblemente!), después en la gaveta del buró del entonces presidente de la República, doctor Ramón Grau San Martín. Aquello en definitiva, demostró el nivel de corrupción reinante en la Pseudorepública.
A continuación el doctor Leal evocó que, desde su llegada al poder, aquel Mandatario realizó “cinco promesas al pueblo: la Cubanidad es amor; cada cubano, con cinco pesos en sus bolsillos; todo, por los niños; aquí las mujeres mandan y… aquí hay dulce para todos. Desgraciadamente, por esas aguas transitábamos en el pasado”.
Con dos prominentes investigadores y estudiosos de la Historia de Cuba indagó el periódico digital Cubarte lo siguiente: Dentro del Patrimonio cubano, ¿cuál considera sea la obra u objeto que con más amor, ante su falta, anhelaría tener consigo para nuestro país?
“Todo lo que esté en mi país, me alegra. Dondequiera que esté. Si está en Santiago de Cuba, es mío; si está en Baracoa, es mío; si está en el Cabo de San Antonio, es mío…Para mí los objetos tienen valor, en tanto y en cuanto contribuyen a explicar, a dar a conocer, a enseñar a amar las cosas. Así son también los monumentos. En sí mismos podrían ser algo ajenos a las personas, si alguien no lo explica. Por tanto, no podría precisar con exactitud qué me interesaría, porque en lo personal y, como usted puede apreciar, necesito poco”. (Eusebio Leal Spengler)
“¿Relacionadas con José Martí? Muchas. Si apareciesen, por ejemplo, algunas o parte de las cartas que Martí recibió a lo largo de toda su vida. Se dice que muchas se echaron a perder en el sótano de la casa de Carmita Miyares. Esa es la historia que se cuenta, ¡pero habría que ver si es cierta! En fin, ¡todo lo que aparezca! ¡Todos los destinatarios a quienes Martí les escribió! Ojalá muchas de esas cartas aparezcan, al igual que cualquier otra u objeto perteneciente a Antonio Maceo, o a su hermano José. Constituiría un profundo orgullo para este país, para este pueblo.”(Pedro Pablo Rodríguez).
Notas
(1) José Martí: Obras Completas. Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1975. T.1, p. 171.
(2) Los herederos del Ingeniero sueco “conservaron el arma, pero siempre fue deseo de Gunnar, hijo de Ake Sjogren, que se entregara la pueblo de Cuba. El fusil fue resguardado por el Museo Municipal de Eskilstuna, en Suecia, hasta que Eva Wilson, hija de Gunnar Sjogren, accedió gentilmente a que este objeto de incalculable valor histórico para nuestro país, estuviese en su justo lugar. Luego de la donación oficial del fusil que perteneciera al Lugarteniente General Antonio Maceo durante su estancia en Costa Rica, la pieza quedará expuesta de forma permanente en la Sala de las Banderas, del Museo de la Ciudad de La Habana, como muestra imperecedera del legado de este héroe a la Nación cubana” (Donación oficial rifle del Lugarteniente General Antonio Maceo. Oficina del Historiador, Ciudad de La Habana. Junio, 2015).
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