La ciudad de Santiago de Cuba es sin dudas uno de los centros urbanos imprescindibles en la comprensión de la identidad de los cubanos; una villa a la que por “ser portadora en grado superlativo de las características culturales que identificamos como lo cubano”, la Dra. Alicia García Santana ha nombrado entre las primeras de la Isla como “Forja de la Nación”.[1] No por gusto, señala la investigadora, el hecho de que desde los inicios el nombre de Cuba identificara al país y a la ciudad.[2] Es este el territorio en que tiene su sede el Santuario de la Virgen de la Caridad del Cobre, aquella bajo cuya advocación colocara el padre de la patria, Carlos Manuel de Céspedes y del Castillo, la independencia de Cuba en 1869, la misma que a solicitud de los Veteranos fue declarada Patrona de Cuba el 8 de septiembre de 1916.
El paisaje de Santiago de Cuba, en estrecho vínculo con el modo de ser de sus habitantes, la dota de una personalidad cuya aprehensión resulta definitiva una vez que se le penetra en el cotidiano andar entre sus plazas y parques; travesía inmersa en un sistema de signos que de forma simultánea se superponen para revelar un continuo diálogo entre tradición y modernidad que con el decursar del tiempo mostró franca resistencia a ocupar posiciones extremas. Poco será el tiempo que necesite el forastero que llega a Santiago de Cuba para asumir como transporte urbano una amplísima flotilla de motos que por un precio de 10 pesos (MN) te permiten llegar con puntualidad a una cita en el Teatro Heredia, la Plaza Marte, la Plaza de los Dolores o el Parque Céspedes, por solo nombrar algunos de sus nodos; pero la riqueza de Santiago es tal, que corto será siempre el espacio para presentarla en su medio milenio sin correr el riesgo de soslayar valiosos rasgos. A fin de trazar un sendero para este trabajo, centremos la atención en su patrimonio cultural.
Dentro de los primeros pasos en la legitimidad del patrimonio cultural de Santiago de Cuba se encuentran la declaratoria de su Centro Histórico Urbano como Monumento Nacional en 1978, ocasión en la que alcanzaron similar connotación inmuebles y espacios de elevados valores históricos como la Casa Natal de Antonio Maceo, el Cuartel Moncada, la Casa de Frank País y el Cementerio Santa Efigenia, entre otros. Dieron continuidad a esta declaratoria el Castillo de San Pedro del Morro y la Casa Natal de José María Heredia mediante resolución no. 9 del 1979 y otros inmuebles de suma importancia en la imagen cultural de los santiagueros como el conjunto de ruinas de los cafetales franceses y la Gran Piedra en 1991, mediante las resoluciones 99 y 101 respectivamente; la Escuela Normal para Maestros de Oriente, resolución 146 de 1997; el Complejo Histórico Abel Santamaría, Antiguo Hospital Provincial Saturnino Lora y el Tribunal Provincial, Antiguo Palacio de Justicia, por la no. 151 de 1998; el Museo Provincial Emilio Bacardí Moreau y el Archivo Histórico Municipal (antigua Real Cárcel Municipal) por las no. 153 y 157 de 1999. En el siglo xx se sumaron la Escuela de Artes y Oficios, por resolución 163 del 2000; el Antiguo Ayuntamiento Municipal, el Edificio del Gobierno Provincial y el Instituto de Segunda Enseñanza Cuqui Bosh Soto, por las no. 179, 180 y 181 del 2002; así como el Seminario San Basilio Magno – Colegio la Salle, por la no. 190 del año siguiente.
En la referida síntesis alcanza un valor primordial el reconocimiento del Centro Histórico como Monumento Nacional, en tanto Santiago sería la única de las primigenias ciudades en la que pervivió la traza regular inspirada en la tradición bajomedieval española, un modelo urbano que serviría de fundamento a la cuadricula de Indias en el continente americano. En medio de una topografía irregular, persistieron los santiagueros en otorgar rectitud a sus calles enfatizando con ello las pintorescas visuales que continuamente interrumpen las terrazas para ofrecer indistintamente fondos azules o verdes que se enriquecen con el colorido de sus edificios. Recorrer estas sendas implica, desde el recurso toponímico, constatar el catolicismo que acompañó al proceso de conquista y colonización en tanto perviven en ellas nombres antiguos asociados a núcleos administrativos o religiosos revitalizados a la usanza de esta centuria, lugares en los que se conservan signos de enlaces con el pasado como las iglesias de Santo Tomás, San Francisco, Nuestra Señora del Carmen, la Santísima Trinidad o Santa Lucía, por solo citar algunas.
Se distingue Santiago de Cuba por poseer tres joyas del Patrimonio Cultural de la Humanidad; cada una de ellas símbolos de esenciales procesos en la formación de la cultura regional y nacional, textos que solo pueden ser penetrados desde la historia de la villa de Santiago Apóstol. El primero de ellos, el Castillo San Pedro de la Roca, fue reconocido en esa condición durante la XXI Reunión del Comité Mundial celebrada entre los días 1ro y 6 de diciembre de 1997 en Nápoles, Italia, y deviene huella de la riqueza e importancia de la ciudad en el área del Caribe, particularmente en el siglo xvii. Encargada al gobernador Pedro de La Roca y Borja (1633-1643), se designó para la ejecución de la fortaleza al ingeniero militar Juan Bautista Antonelli y fue ejecutada durante el mando de Pedro de Bayona Villanueva (1654-1659). Destruida en el asalto de los ingleses de 1662 fue reconstruida por el ingeniero militar Juan de Císcara, quien no solo la reconstruye sino que además la enriquece con la erección de la Fortaleza La Estrella y la Batería de Santa Catalina. En esta hermosa obra de la arquitectura militar se encierra el pasaje protagonizado por el inglés capitán filibustero Myngs en 1662.
La segunda inscripción de Santiago de Cuba al Patrimonio Cultural de la Humanidad es el Paisaje arqueológico de las primeras plantaciones cafetaleras del sudeste de Cuba, paisaje cultural legitimado en la XXIV reunión, celebrada entre el 27 de noviembre y el 12 de diciembre del 2002 en Cairos, Australia. En su excepcionalidad, el paisaje arqueológico deviene signo del arribo de los franco haitianos a la ciudad en la aurora del siglo xix, un ingrediente cultural que no solo convirtió a Santiago de Cuba en una de las regiones de mayor producción y exportación de café, sino que devino sustancial aporte a las costumbres y tradiciones de la localidad marcando definitivamente sus rasgos identitarios. La capital del Caribe fomentó en torno a la cultura del café un particular modo de ser y expresar su cosmogonía. En el modo de hablar, andar, cocinar; en las bellas artes y en la cultura popular; en su idiosincrasia, late este aporte que encuentra elevada muestra patrimonial en la tercera declaratoria, esta vez, dentro del patrimonio inmaterial, la tumba francesa, La Caridad de Oriente de Santiago de Cuba, “Obra maestra del Patrimonio Oral e inmaterial de la Humanidad” declarada el 7 noviembre de 2003 en Paris, Francia.
Razones suficientes ofrece el pasado para considerar la villa de Santiago Apóstol puntal de la identidad de los cubanos, pero quizás sea en esa permanente controversia con La Habana donde se exprese el lugar que ocupa entre las ciudades cubanas, caribeñas y americanas, manifestación que rebasa el dictamen de la Real Cédula dictada por Su Majestad el 8 de octubre de 1607 mediante la cual quedaría la isla dividida en dos departamentos: Oriental y Occidental para convertirla en una región en constante búsqueda de independencia. Rejuvenecida recibe Santiago su 500 aniversario; ocasión en la que el patrimonio cultural que atesora se erige en carta de su presentación. ¡Es Santiago de Cuba, no asombréis de nada!
[1] V.: Alicia García Santana: Las primeras villas de Cuba, pp. 66-109, Ediciones Polymita, Guatemala, 2008.
[2] En los documentos del período colonial resulta cotidiano la referencia a Santiago Apóstol con el nombre de Cuba. El nombre de la ciudad se debe a su emplazamiento entorno a la bahía; bautizada desde el 1ro de agosto de 1515 como de Santiago Apóstol.
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