“Se fue, pero quedan sus dibujos”, se suele decir en estos casos, pero eso no le gustaría a LAZ. Dominaba el arte de las formas y de las formas más graciosas de expresar, pero las formalidades no.

No puedo contar lo que sus verdaderos socios del DDT, Adán, Ares o Falco, pero sí de lo que aprecié desde la distancia, la más larga después de una polémica y la más corta, comiéndonos unas pizzas, viajando en una guagua hasta San Antonio, frente a las obras de un colega, escuchado sus mil anécdotas o sus críticas…

 “Con sus caricaturas de personalidades de la cultura cubana se debería hacer un libro”.

Humberto Lázaro Miranda era y será como sus dibujos. Y más bien, viceversa: redondo y anguloso donde hace falta. De línea limpia y precisa, escueta y sin regodeos formales.  Sin facilismo, porque era/es un Artista.  Sin pose ni “vestimenta”, era ya un Maestro, aunque no se lo creyera y antes de graduarse en el ISA. Estaba ya haciéndose un “clásico” del humor gráfico cubano.

 En sus ilustraciones para las crónicas semanales de Juventud Rebelde, minimalismo y mesura.

Comunicador cubanísimo, como muchos, pero no del montón; con un estilo inconfundible, en sus tres líneas creativas. Con sus caricaturas de personalidades de la cultura cubana se debería hacer un libro. Sus viñetas costumbristas eran ácidas y picantes, como sus historietas. Varias de sus aguadas, ilustraciones para las crónicas semanales de Juventud Rebelde, las he estudiado al detalle, como se hace con un modelo de eficacia visual, minimalismo y mesura.

 “Sus viñetas costumbristas eran ácidas y picantes, como sus historietas”.

Pude admirar buena parte de su obra en una expo personal que organizó el Museo del Humor. Entonces aproveché y le solté varias interrogantes que respondió, dibujó, muy en serio, sin ambages ni rodeos, con humildad y camaradería. Completé la medida de su estatura. Me quedé debiéndole esa reseña.

A un tipo como LAZ, damas y caballeros, ¡se le recuerda sin llantos!